Me distrae la angustia por momentos en esta noche iluminada por la luna llena. Me ciega la mente. Seco mis lágrimas ante el doloroso descubrimiento de tantos canallas que hoy moran en el Infierno. Pienso que debo mantener en la frontera a los hipócritas y traidores. Es vital bajar las probabilidades de cometer equivocaciones que puedan lastimar a mis seres queridos.
¡El calor es intenso! Siento que mis gotas de sudor se evaporan con el calor que emana de los ardientes cuerpos que frente a mis ojos se estremecen sin consuelo. Pero no me detengo, sigo por entre los surcos estrechos que parecen aprisionar y cerrar el paso para siempre.
Suspiro y distingo a lo lejos la figura de un ángel impecable. Me besa en la mejilla. Me tranquiliza. Me toma la mano y me retira del fuego. Dirige mis pasos hacia el castillo de cristal más hermoso que haya visto. El ángel desaparece. El frío intenso que sale de las puertas entreabiertas me hacen dudar. Finalmente me animo a cruzar el umbral.
El vacío me llena el alma y advierto que no hay regreso.
Edwin:
Cuando se vive en una fantasía, tan chocante como esta, que importa si el umbral esta frío o caliente… Si ese laberinto tiene o no salida. Lo que si importa es la felicidad, no las consecuencias… Si es algo nuevo en nuestra vida. Gracias por compartir este cuento. Hermoso.
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